12 noviembre 2008

La cara de Joseph era negra como la noche... (Adiós Miriam)

ANTONIO SEGOVIA MOLINA

En los años 80, después de un largo silencio, Paul Simon sacó a la luz el que posiblemente sea su mejor disco: Graceland. El título es más bien desafortunado, porque lejos de ser un homenaje a Elvis Prestley (Graceland, donde está su tumba, es la meta de muchos peregrinos fanáticos del roquero) es un canto lleno de esperanza al gran continente negro. Sin duda, Simon cuidó con mimo su trabajo y eligió como músicos para acompañar y arreglar sus canciones a la flor y nata de la música étnica (folk-rock) sudafricana: Ladysmith Black Mambazo, Stimela, Ray Phiri... El disco fue premiado con un grammy (Mejor disco del año) y Paul Simon inició, junto con los músicos sudafricanos, una muy exitosa gira de dos años por todo el mundo. En España dio un concierto en San Sebastián que fue retransmitido por TVE.

De ese disco, mis canciones favoritas son "Diamonds on the soles of her shoes" y "Goombots". Una canción que no me resultaba especialmente atractiva era "Under african skies", pero la versión que hizo en San Sebastián, junto a una dama de poderosa y cautivadora voz, me subyugó y me conmovió ("Joseph's face was as black as the night/ the pale yellow moon shone in his eyes...")





Se trataba de Miriam Makeba. No había oído antes hablar de ella, pero en los años 80 ya tenía una historia contundente que contar. Conocida como "Mamá África", la cantante abanderó durante muchas décadas la lucha contra el régimen racista sudafricano y a favor de los derechos civiles de los negros. Exiliada política, no pudo volver a su país hasta que el apartheid sucumbió con la caída de Botha, la llegada al poder de De Klerk y la liberación, tras treinta años de presidio, de Nelson Mandela.


Esta semana se ha apagado para siempre la voz inmensa de Miriam Makeba, se ha callado África. Pero Miriam, con sus coloridos trajes, con los dulces susurros de su dialecto, con la impronta de su figura, ha dado una voz nueva a la esperanza africana... Y esa no se callará jamás.





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