22 diciembre 2006


José Juan López Cabezuelo.

A estas alturas cuesta entender por qué el poder judicial no ha tomado medidas contra los directivos de Air Madrid. Sobre todo porque cada día que pasa queda más claro que no sólo jugaban con el tiempo de los viajeros, lo que ya es grave, pretendían hacerlo también con sus vidas, como demuestran los expedientes por motivos de seguridad -de falta de seguridad y de mantenimiento de los aviones- que la autoridad competente les había incoado. Dejaban a sus clientes tirados en los aeropuertos y ha existido el riesgo de que los abandonaran definitivamente en cualquier rincón del mundo. Eso es lo que las autoridades han querido evitar. No hay duda sobre la necesidad de la medida, si acaso, de que se haya aguardado demasiado.
Lo que sorprende a cualquier ciudadano con un mínimo de sentido común es que una empresa que presta un servicio esencial como el transporte público pueda decidir unilateralmente, y sin previo aviso, la suspensión de su actividad; primero porque conculca el derecho de mucha gente a viajar, sobre todo en unas fechas en las que los desplazamientos tienen unas connotaciones singulares (reencuentro con la familia, vuelta a casa, etc,), y después por una cuestión más prosaica: resulta que los pasajeros habían pagado por adelantado la prestación de un servicio que ahora no reciben. Para colmo del cinismo, los irresponsables directivos de la empresa culpan al ministerio de Fomento, que ha cumplido con su obligación, de la situación creada y añaden que no tienen ni un euro para responder ante los viajeros. Lo dicho: de juzgado de guardia.
Sorprende menos que sea gente humilde, inmigrantes que ahorran durante meses para pagar su pasaje y poder volver a casa al menos en Navidad, la gran mayoría de las víctimas de esta historia. Siempre son los mismos, por desgracia, los que pagan el pato en estas manifestaciones fraudulentas del capitalismo global. Alguien pensó hacer negocio aprovechándose de la necesidad de viajar de los que vienen a buscarse la vida en nuestro país, vendió la ilusión del vuelo barato, creó una empresa agresiva y competitiva, en el límite siempre del cumplimiento de las normas de seguridad y de los horarios (la rentabilidad manda), y cuando el control de la Administración hizo más difícil el negocio, salieron volando y dejaron en tierra y sin dinero a los que siempre pierden. Cosas de la globalización, de la economía de mercado que todo lo gobierna, dirán algunos. No. Falta de vergüenza y de profesionalidad que es moneda corriente en muchos servicios públicos prestados por empresas privadas, desde la telefonía móvil a los transportes, y que se concreta en un servicio pésimo, en apropiaciones indebidas por medio de tarifas y comisiones abusivas, en una falta escandalosa de atención al cliente (casi siempre una voz sin ninguna autoridad ni capacidad de decisión al otro lado de un teléfono) y en una irresponsabilidad casi delictiva cuando vienen mal dadas; entonces nadie da la cara, como mucho un número de teléfono que siempre comunica. Es la indefensión más absoluta ante un sistema que nos vende la falacia de la soberanía del consumidor. Mentira. Somos súbditos del mercado.
Como siempre sucede, se tomarán medidas aleccionados por los hechos. Sería mucho mejor que la profesionalidad y la honradez hicieran innecesarias leyes para obligar a no defraudar, a no apropiarse de lo ajeno y a cumplir con los contratos. Una utopía. Mientras tanto, no estaría nada mal que los responsables de atropellos de esta trascendencia respondieran de sus decisiones empresariales ante la justicia.
Lo que no tiene perdón, ni remedio, es que los directivos de Air Madrid hayan amargado la Navidad a miles de personas. En los tiempos que corren, no sería de extrañar que Belén estuviera por Barajas.

1 comentario:

aleXV14 dijo...

Jose Juan!
Hola, la verdad lo de Air Madrid menudo fastidio y ademas en estas fechas, ...