23 abril 2007

LA PIETÀ DE MICHELANGELO

ANTONIO SEGOVIA

Desde que, en 1972, un perturbado quiso destrozar, martillo en mano, una de las obras más bellas de la Historia del Arte, la Pietà de Michelangelo, ésta sólo puede verse desde una perspectiva frontal y tras un grueso cristal que, desgraciadamente, refleja las luces de velas, cirios, bombillas, focos y flashes de las cámaras de las decenas de turistas que se agolpan frente a ella.
Al fotógrafo Robert Hupka, las autoridades del Vaticano le permitieron pasar una noche en la Basílica de San Pedro, fotografiando desde todos los ángulos que quisiera la escultura del artista florentino. Gracias a esta iniciativa, podemos contemplar perspectivas insólitas de La Pietá que engrandecen más, si es que ello es posible, el genio de Miguel Ángel y nos devuelven el espíritu del temprano cinquecento italiano (se esculpió en 1499).
Me han impresionado sobremanera dos fotografías, que comento brevemente. El rostro de Cristo, del que hasta ahora sólo habíamos podido ver medio perfil, es de una belleza sin igual: un hombre muerto cuyo semblante refleja una paz infinita, la satisfacción del deber cumplido, unas facciones alejadas del dolor de la pasión.

La fotografía vista desde arriba, es doblemente impresionante. En primer lugar, por la armonía de la composición. En la clásica visión frontal, el grupo se encuadra en un triángulo cuyo vértice superior es la cabeza de la Virgen; ahora vemos que el artista concibió la obra inscrita en un cono, el perímetro de cuya base lo marca elegantemente el cuerpo yacente y sin vida de Jesús. En segundo lugar por el contraste entre el cuerpo inerte y desnudo del Cristo y el ropaje imposible de la Virgen, cuya mano izquierda se pregunta si tanto dolor era necesario. (De hecho, sólo la mano de la Virgen, en el conjunto de la escultura, se pregunta por el sentido de la pasión y muerte; no así su rostro, que es jovial, casi alegre -muy renacentista-: el escultor no quiso hacer una Virgen dramáticamente dolorida: ha aceptado tranquila y serenamente el dolor del hijo para la redención del mundo).

Podéis ver más fotografías en esta página:
http://193.48.70.125/arstella/en/sommaire/index.dim

Post data:
Por cierto, ya que hoy es el día del libro, recomiendo uno que tiene que ver con la obsesión por la belleza y la destrucción del objeto admirado (lo que le debió ocurrir al que agredió la escultura de Miguel Ángel). Se trata de "El Pabellón de Oro", de Yukio Mishima... Otro día hablaremos del escritor japonés...

1 comentario:

Marian dijo...

Me han encantado las fotos (y el texto, claro): la cara de Jesús me ha sorprendido enormemente... tanto esfuerzo para que sólo se vea el perfil, siendo tan bello el frente. Eso es amor al arte...